Entre el cementerio Pere lachaise y el albergue D`artagnan no hay mas que 3 estaciones de metro, unas escasas 10 cuadras en términos absolutamente porteños.
Mi espíritu autodidacta sumado al agrande porteño cínicamente borraba la posibilidad de perderme en una ciudad que solo visitaron mis ojos desde la empañada ventana de un cuadro impresionista. Solo tenía una baga idea de lo que es el metro, gracias a alguna anécdota familiar o lo que recordaba de la película Subway donde se pintaba un deforme espejo, cual familiar que no se quiere mostrar, de la urbe parisina.
Es una ciudad, pensaba, que tan complicado puede ser ubicarse si uno maneja o cree manejar sus códigos, como si ser un simple ciudadano fuera suficiente para comprenderla como una globalidad inequívocamente internacional.
Eso pensaba antes de emprender el viaje.
Pinte en mi cabeza un curioso eje espacio-temporal materializado en dos nodos: Alvear y Telerman, puntos nodales de una afrancesada avenida imaginaria que cruza la historia de la ciudad de Buenos Aires y eso me auguraba un fácil trayecto desde el aeropuerto hasta mi lugar de destino.
Rues du Charone y boulevard de Charone puede ser fácil de interpretar en dos dimensiones por mas que sea extraño toparse con dos calles con el mismo nombre. La fría realidad de la tercera dimensión sumada al desconocimiento del idioma anulaba totalmente la utilidad de un simpático mapa.
La juguetona y “romántica” trama medieval es violentamente cercenada por la pragmática visión de Hausmann.
Mientras, la diagonal roque Sáenz Peña, como un gemelo con diagnostico de enanismo, se encaprichaba en servirme como referencia.
La noche se acerca, las calles y sus habitantes se obscurecen y la meta, casi a punto de convertirse en una función asintótica que jamás llegara a completar su misión.
En vano guiarse por la numeración de las parcelas:
4 8 16 cruzo la primer calle: 24 54 76, (tal vez sean como nuestras manzanas de 50 metros) 5 “cuadras” mas: 94 112.
No es la numeración parcelaria la mejor manera de establecer un patrón de referencia.
Leo el cartel que me indica la calle por la que transito, chequeo con el mapa su ubicación, resultado: ni siquiera reconozco el contorno Pere Lachaise, único gran espacio de referencia dada su cercanía con la rue Vitruve donde paciente me aguardaba el D`artagnan.
Vitruvio: utilitas, firmitas, estilitas.
Yo: perdido, congelado, preocupado.
Contemplando el ocaso del plan B, (el plan A era la intuición de habitante de “la gran medialuna”, si Nueva York es una gran manzana no veo porque BsAs. no pueda asemejarse a una medialuna bañada por un espeso café con leche) busco con desesperación un taxi que no le tenga pruritos a tres frases en ingles para poder llegar a destino.
Lo primero mejor que me pudo pasar en Paris mi primer día fue el haberme perdido, lo segundo mejor, el haber recibido el diploma de ciudadano internacional en el pub del hostel.
Tres días después, al haber vivido la ciudad desde la perspectiva del mochilero pude repreguntarme, a miles de km de distancia, lo que es vivir en una ciudad.
Desde la impunidad de la lejanía, ayudado por la perspectiva, pude comprender que es vivir en una ciudad, cuando me enfrente con lo mismo: calles, gente, publicidad…lo mismísimamente distinto y dramáticamente igual.
Estudiar minuciosamente, sus comportamientos, ver la sangre circular hasta poder ser una célula mas y formar parte del frenesí, escuchar sus diálogos en el subte sin saber lo que dicen pero inspeccionando sus gestos y ademanes, catalogando personajes e imaginado las mil posibilidades que aguardan en cada estación que no fueron pisadas por mis pies.
Trazar analogías caprichosas entre el bd hausmann/Avda de Mayo, Av des Champs Elysses/Libertador, Mont Mart/San Telmo, Sacre Cour/ Parque Lezama.
Establecí recorridos y me los apropie.
Perderse con grata compañía femenina, descansar en cuanta placita vimos para ir conociéndonos mas; subir juntos al arco del triunfo y mirar en al pasado hasta los tiempos de Napoleón lll algún motín revolucionario mientras Haussmann contempla por lo bajo el resultado de su master plan, hasta desembocar en un restaurante comiendo tartiflete avec no-se-que cerca del Moline Rouge luego de maldecir juntos por no encontrar enchufes de tres patitas pero riéndonos de cuanta cosa rara veíamos;
Quedar varados a medianoche en champs de mars a merced de la oscuridad celosamente vigilados y acosados por una extraña, pareja? amigos? dealers? espias? de holandés rengo y un rumano campeón de lucha libre: “Piri! Vino ich!!” vociferaba en rumano a un extraño ser (el holandés), algo mayor, oculto tras bambalinas en un banco de plaza a un costado de la Torre Eifel, “ its veri shy” nos decía a mi amiga, a mi y un trío de simpáticos amigos brasileños pasajeros del mismo hostel
Era ya mas de la 01:00 AM y estábamos a km de distancia del hostel pero con toda una ciudad para ser descubierta de noche. Por supuesto elegimos divagar y terminamos como clochards frente a las puertas del metro esperando la hora de apertura.
Buscar en Mont Mart, donde vivió y trabajo Amelie.
El primer momento de duda inicial, cual caminante de un laberinto, deja lugar a la certeza de saber perderse y poder dejarse llevar por la deriva, con la intención de no regresar a uno mismo en el mismo punto de partida.
Les Champs Elysses, embebido en la neuronal trama parisina desemboca en la defense donde pasa a dominar la composición urbana enmarañándose con una versión de la ciudad medieval adornada con los ropajes de acero y vidrio del s XXI .
El desarraigo de la línea recta ahora domina la composición pero aliándose con la, ahora si, totalmente peatonal organicidad. Ambas posturas urbanas: ortogonalidad y organicidad pueden convivir en armonía en extramuros, Puerto Madero se me viene a la cabeza y su irresuelto límite horizontal materializado por la pesadez de la Av. Madero.
Y me quedo pensando en el dialogo entre lo moderno y lo antiguo que queda muy bien expresado en La Defense, y su curioso matrimonio entre La Cite y Haussmann. Defense. Entre lo planeado y lo espontáneo, entre lo orgánico y lo racional.
Entre lo multicursal y lo pluricursal, ese híbrido amorfo que es una ciudad.
Y no puedo dejar de notar lo bueno que me salieron las cosas y lo mucho y mejor que conocí cuando menos estuve subordinado a un plan.
AZM
MMVII