viernes, 26 de marzo de 2010

EL VIAJE



Fiscalizado por la tenue pero majestuosa luz de una luna estival, de una pálida y obscura noche, de un retraído y áspero verano, iba el infatuo micro.
Solo! como un perro abandonado en el medio de la ruta!! y por desgracia, lleno de pasajeros infectos que llenan de vida.
Así estaba aquel rejunte de piezas plásticas y metálicas en el medio de la nada.
A través de aun más obscuros árboles, salpicaba la selenita circunferencia el pútrido aroma de su lujuriosa luz, así, sin misericordia, golpeaba con su álgido veneno a la pestilente condición humana.
Un ser, abstracto y redondo como una pelota de fútbol, pero desprolijo y mal oliente como una pelota de trapo, si! con ínfulas de pelota de marca, pero apestoso y maloliente como pelota casera de villero mal vestido y analfabeto, se retorcía en su asiento.
Ay! de su compañero de viaje, cuya mueca, mezcla de asco, miedo e indignación daba cuenta de lo indecorosa de su situación.
Que le ocurre (se pregunta) a este espécimen que se contorsiona como poseído por un demonio voodoo?
-Permiso. Dice tímidamente, y con voz de eunuco (los gordos ya obesos tienen esa voz de Farinelo en celo) la masa en fermentación.
Para desgracia de los pasajeros, el gordo mal mimado mueve sus grasas hacia el baño dispuesto a defecar. Picante y rebosante de ajo, unos sándwiches untados con pateé de foie vencido, fue su reciente tentempié.
La luna seguía escupiendo su veneno. Sus rallos eran una amalgama de serpientes cascabel de lenguas puntiagudas semejantes a cuchillos oxidados, sépticamente condimentados con sangre de sifilítico promiscuo.
El micro seguía su cadencioso peregrinar y viajaba con la convicción de un anacoreta.
Casualmente viajaba uno, procedente de algún obscuro monasterio perdido en medio de la eternamente horizontal pampa argentina y peronista.
Pero el ser redondo estaba de suerte pues no era el único orador durante aquella malcriada noche.
Una simpática parejita estaba a punto de ejecutar su breve sonata para moco y orquesta.
Feliz y perfumada de recuerdos y de perfume barato, estos noviecitos ven pasar al abstracto ente (depósito de mil miserias y un amor incondicional: la comida en mal estado).
La mueca de asco de los tortolitos lo dice todo, aunque ellos también sean bienvenidos al festín de la pestilente hilaridad.
En el medio de la opalina noche, sonó una sinfonía de aquelarres, de banquetes olvidados en el tiempo, de comidas de ocasión.
Dirección: el gordo abstracto ahora sumamente entonado.
Los enamoraditos estaban de suerte, ya que su molesto aunque ahora bienvenido resfrío les impedía sentir el fétido aroma que emanaba de aquel lugar (trono, biblioteca, masturbatorio y demás), próximo a ser desinfectado. Amenazaban con estornudar, pero la inspiración aun era escasa, solo ensayos eeeh. Eehhhhh, aaaatchh. No quería salir desde las entrañas del pulmón.
Hasta que vieron la luz.
Entonces, al mismo tiempo que el ente abstracto y redondo daba clases de escatología de salón, el resto de los pasajeros debieron ser testigos de una sonora batería de estornudos que escupían, a diestra y siniestra, un viscoso y… verde? fluido proveniente de las profundidades de los pobres y maltratados pulmones de la parejita en cuestión.
La sinfonía bestial en su apogeo.

El micro en cuarentena.

AZM
MMV

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