viernes, 9 de abril de 2010

RECUERDOS DE LA TERCERA FUNDACION






“Salió del café y volvió al parque.
Ahí estaba, imperioso y férreo, Don Pedro de Mendoza señalando con su espada…”1 al río “que su real gana decidía fundar aquí”.1
Algo cambio.
La estatua de don Pedro ya no mira a la ciudad como tiempo atrás sino que ahora aparece oteando el horizonte el infinito clavando su mirada en el horizonte, hacia el río, y soportando con sus anchas espaldas el rigor de la ciudad que vendrá.
La ciudad que fue.
Me dirigí hacia los confines del parque hacia donde según mi mapa se encuentra la estatua de Alejandra.
Ahí estaba. Impoluta. Y me pregunto que tendrán sus ojos que fríamente acribillan mi humanidad impúdicamente desnudando mi ser e impunemente, y desde su quietud, obligándome a estar mudo y estático.
Me hago eternidad y venzo al tiempo y la miro pero no puedo hallar un flanco débil para inmiscuirme en su interior.
Ambos estáticos, yo desde mi estado hipnótico, ella desde su pétrea condición.
Hacia el fondo, un templete de columnas marchitas habitadas por verdes enredaderas que son como hilachas de tiempo de una época ancestral.
Alejandra y Martín enfrentados mirándose eternamente desde arcanos tiempos donde todo era flor ondeando sus pétalos al viento.
Yo en el medio interponiéndome entre ellos, entre sus suplicas por ser mas que piedra.
Se exactamente lo que espero al venir a este sitio y no puedo evitar regresar luego de releer aquellos arcanos manuscritos inspirador de la tercera fundación de Buenos Aires siglos atrás.
Un triangulo perfecto: Martín, Alejandra y yo en sugestiva unión de carne y piedra.
Alejandra y Martín en eterna unión y yo tratando de encontrar algo, tal vez mi Alejandra o algún Sábato que dibuje un destino para mi.
Queda lo mejor de lo que alguna vez fue, este parque misterioso, corazón de una antigua intervención urbana que dio un nuevo ímpetu a la ciudad al reconciliarla con el río.
Y en las entrañas de este corazón, este paseo de estatuas, vórtex que comunica al pasado.
Templo de dedicado a aquellos que fueron Dioses y en honor a aquellos humanos que fueron ascendidos a status divino.
Y que son los dioses sino deposito de alegrías y frustraciones, ponemos en ellos todo aquello que no nos animas a asumir
Ruinas circulares que cercenan la vieja trama hipodámica. Un rejunte de curvas famélicas que todo lo invaden.
Pero por Odin! De donde salen tantas curvas y diagonales? Será la impronta majestuosa del parque cuyos limites difusos se pierden en el horizonte hacia el este? Será su topografía que parece un mar embravecido detenido en el tiempo?
Dejo a Martín y Alejandra. Los dejo mirarse in aeternum. Quien soy yo para interrumpirlos! Me dirijo hacia los confines del parque y me paro en una balaustrada que apunta hacia los restos de un antiguo estadio.
Que soledad impoluta que no me animo a pervertir pero que ganas de cambiar mi destino de fantasma. Como ruego que ese que señor semicalvo y con anteojos que esta ahí sentado escriba sobre mi y de cuerpo a mis deseos.

1. Ernesto Sabato. Abaddon el exterminador. Pag 178.


AZM
MMX

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